Monday 1 February 2010

Cocina fácil para la mujer moderna


Bueno, te quisiste hacer la chef, la Doña Petrona de Gandulfo. Asumilo: renegás de esta sociedad machista, peeeeero te rendiste a la tentación de cocinarle la torta de cumpleaños. Y sí, querías lucirte frente al grupo de amigos y más aún, frente al grupo de yeguas de las novias. Y ahí estabas, un sábado de diciembre a las 2 de la tarde meta batir merengue para un Lemon pie. Como no tenías receta a mano, googleás “Lemon pie fácil + receta”: nuevamente creíste en los milagros.

Después de un merengue fallido, 2 horas revolviendo con cuchara de madera la “pastita” de limón y una base de masa más tostada de lo que debería, tu novio, el homenajeado, pregunta: “Gorda, pero vos ¿hiciste alguna vez Lemon pie?” Ya con olor a limón hasta en las orejas, lo mirás como diciendo: “¿vos me estás cargando?” Pero automáticamente pensás: “Es cierto. No debería haber innovado justo hoy. Agarraba una exquisita, unos M&M y quedaba como una reina”.

Bueno, si ya estás en el baile, bailás. Tipo 4 de la tarde cae “la yegua por excelencia”: su madre. Te ve hecha un asco, transpirada, con merengue hasta en el culo y quiere ayudarte. “No, dejá, ya estoy terminando”. Mientras tanto comenta, queriéndote hacerte sentir mejor que justo el Lemon pie es difícil, que el calor, el merengue italiano, la importancia de batir y la puta madre que lo parió.

Ya con el Lemon pie en la heladera y a media hora de salir para el lugar donde tu novio decide festejar su cumpleaños, te enterás que otro amigo más festeja y que su mujer lleva una torta. “Con el Lemon pie, la cago”.

Pelo mojado, uñas y pies sin hacer, axilas no del todo depiladas y un calor de morirse… Ahí saliste, hecha una reina, orgullosa de tu Lemon pie en una pirex rectangular de tu mamá y papel film. Detalle: no contemplaste el transporte, vamos en bondi. El 29, para variar tarda. Vos te ponés nerviosa y recordás las sabias palabras de “la” yegua: “Pasa que el Lemon pie necesita frío”. Cuando finalmente llega el colectivo, después de 20 minutos de espera eterna, vos, intentando hacer malabares con la pirex, sacás $1,25 y te subís.

Frenada va, frenada viene, el merengue que se mueve, la pastita se ablanda… Todo parece colapsar. Nerviosa, preocupada, llegás al lugar. Y ahí está ella, divina, arregladita, que llegó en auto y vive a 10 cuadras del barcito, con la torta para su marido ya en la heladera del lugar.

Llega el gran momento, luces apagadas, “que los cumplas feliz” y vos orgullosa con tu primer Lemon pie. Ella busca su torta y Oh sorpresa: se trata de una torta gigante, de chocolate, parece de repostería pero es casera. Rellena con kilos de dulce de leche, esponjosa… Y vos con tu mini pirex y una especie de Mouse que a causa del frío, un merengue acuoso y una pastita blanda, se licuó.

Las velitas no se sostienen, el Lemon pie no se puede comer con los tenedores que llevaste, no hay cucharitas.

Todos se ríen y vos, pobre desgraciada, sintiéndote la peor mujer del mundo, le pedís al mozo que tire la torta.

Hay que aprenderlo: zapatero a tu zapato. Lo tuyo no es la cocina.

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